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Sobre el arte del Modelismo Naval
De las diferentes definiciones que he encontrado de “modelismo naval”, la más simple y precisa me ha parecido la que lo considera como el arte de construir modelos de buques y embarcaciones a escala reducida.
Junto al modelismo que podría considerarse puro, por cuanto es el propio artesano quien elabora la práctica totalidad de las piezas que integran la obra a realizar, tomando como referencia planos y manuales del modelo original, existe también el modelismo convencional, en el que, sin demérito para quien lo lleva a cabo, éste desarrolla su tarea con ciertas “ventajas”, ya que algunas piezas de la embarcación están previamente elaboradas por el fabricante del modelo: unas, como la quilla o las cuadernas del buque, porque el no demasiado esfuerzo que supondría confeccionarlas uno mismo no justificaría el tiempo y utensilios necesarios para ello; otras, como los cañones, porque su realización exige un proceso industrial que excede el de estas actividades de entretenimiento doméstico.
Para comprender mejor lo que acabo de exponer, el visitante puede observar en un expositor de la sala el contenido íntegro del kit de uno de los buques (el U.S.S. Constitution), que también encontrará completamente ultimado en una de las vitrinas. Junto a los correspondientes planos e instrucciones, verá las piezas de madera troqueladas, los palos con los que modelar los mástiles o los hilos para confeccionar la jarcia, por citar algunos ejemplos; pero sobre todo verá muchos listones de madera, que representan la materia prima para realizar más del 80% del barco.
Por eso, cuando alguien me pregunta el tiempo que me ha llevado “montar” un determinado barco, siempre contesto lo mismo: montarlo, no; “hacerlo”. Prueba de lo que acabo de exponer sería comparar el contenido del kit del expositor con el buque ya terminado, integrado –¡las conté!– por más de 3.000 piezas.
Otra curiosidad: lo particularmente difícil en la realización de estos barcos es la confección del casco, ya que el hecho de que éste tenga en su parte central mayor diámetro que en sus partes delantera y trasera (proa y popa) exige ir reduciendo adecuadamente la anchura de los listones –tracas– que configuran el conjunto del casco, afilando sus extremos a modo de cuñas.
Precisamente por esa dificultad, algunos de los modelos que aquí se exhiben llevan doble casco o doble forro: el primero, hecho con madera blanda (normalmente, balsa), fácil de doblar y cortar, cuyos posibles defectos pueden además corregirse con masilla; y el segundo y definitivo, sobrepuesto, hecho con madera más dura y menos flexible (normalmente, nogal), en el que los errores tendrían peor solución. La pintura del buque (casco, piezas ornamentales, etc.) no entraña especial dificultad, siempre que se tenga buen pulso y, sobre todo, buena vista, que se ayuda con lupas especiales para ello.
Y, finalmente, mucha paciencia cuando, tras acabar el casco, terminar los puentes o cubiertas y colocar los mástiles, se inicia la confección de la jarcia, tanto la fija (la que sujeta los mástiles a las bordas del casco), con sus miles de nudos, como la de trabajo, auténtica telaraña de cabos para mover vergas, picos o velas. En total, si el barco es de los grandes (modelos de más de un metro de eslora) y porta velas, habrán sido algo más de tres meses de trabajo, casi ininterrumpido, en jornadas de mañana y tarde.
- Julio Castelo Matrán -